¿A qué edad nos vamos de casa en España?
Según la última Encuesta continua de hogares realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), la edad media de emancipación en España continúa aumentando, situándose ya en los 29 años.
Los datos muestran que, en 2018, el 53,1% de los jóvenes de entre 25 y 29 años vivía en casa de sus padres, lo que evidencia un incremento con respecto a los años precedentes.
Destaca también la existencia de amplias diferencias entre sexos. Mientras que el porcentaje de mujeres de ese rango de edad que todavía permanecen en el hogar familiar es del 45,6%, en el caso de los hombres, este asciende al 60,5%.
Además, aumenta el porcentaje de personas de entre 30 y 34 años que continúan viviendo con sus padres, alcanzando el 24,7%.
Edad media de emancipación en el resto de Europa
Según los datos proporcionados por Eurostat, la edad media de emancipación en la Unión Europea es de 26 años.
España se sitúa en la parte alta de la lista, siendo sólo superada por Croacia (casi 32 años), Eslovaquia y Malta (casi 31 años) e Italia (30 años).
En el lado opuesto de la tabla se encuentran Suecia (18 años), Luxemburgo (20 años), Dinamarca (21 años) y Finlandia (a los 22).
El principal motivo: los precios de la vivienda
Los precios de la vivienda, tanto de compraventa como de alquiler, son el principal motivo por el que los jóvenes españoles tardan más en emanciparse.
Debido a las condiciones económicas y laborales actuales, la mayoría de jóvenes no puede permitirse alquilar y, especialmente, comprar una vivienda, lo que les obliga a permanecer por un mayor periodo de tiempo en casa de sus padres.
Pero, ¿qué prefieren los jóvenes? ¿comprar o alquilar?
Cada vez son más los jóvenes que prefieren comprar una vivienda a alquilarla.
Aunque la opción del arrendamiento sigue predominando frente a la compra, la mayoría de personas menores de 35 años considera que es más rentable pagar una hipoteca que un alquiler.
El aumento continuado de los precios del arrendamiento, así como la concepción de la vivienda como una fuente de inversión y patrimonio, lleva a los jóvenes a preferir la opción de comprar su propio hogar. Sin embargo, en la mayoría de los casos, este hecho no llega a materializarse debido a las condiciones laborales y a la poca capacidad de ahorro, lo que dificulta el acceso a una hipoteca.